¿Sabías que a tu cerebro le encanta que te muevas?

¿Sabías que a tu cerebro le encanta que te muevas?

Artículo escrito por @Juan Luis Sayago, Socio – Director de Training en MRC International People Training.

Sí, el ser humano está diseñado para el movimiento. Rotundamente.

Como el actual homo sapiens que somos, llevamos unos 300.000 años en este planeta. La tecnología, nuestro entorno, han evolucionado de forma espectacular, cierto, pero nuestra anatomía, fisiología y sistema neurológico son los mismos desde entonces, y ellos, en su evolución, están diseñados para hacer del movimiento una parte esencial de nuestra salud y bienestar.

¿Con qué evidencia científica y antropológica contamos para esta afirmación?:

  1. Tenemos una anatomía y biomecánica evolucionadas para el movimiento.
  • Nuestra estructura ósea y muscular, así como el desarrollo de una columna vertebral curvada, piernas largas, articulaciones flexibles y pies con arcos, están adaptados para caminar largas distancias. Esta capacidad nos permitió recorrer grandes territorios para recolectar y cazar, características esenciales de nuestros antepasados.
  • La evolución de manos hábiles y pulgares oponibles posibilitó actividades complejas y movimientos finos, como manipular herramientas, lanzar objetos y trepar. Esto impulsó actividades que requerían complejidad y movimiento en diferentes contextos.

 

  1. Nuestro sistema cardiovascular y muscular están diseñados para el movimiento.
  • Nuestro sistema cardiovascular y pulmonar soporta actividades de resistencia prolongadas, lo que, combinado con la sudoración eficiente, permitió a nuestros antepasados practicar la estrategia de «caza por persistencia»: perseguir presas hasta que se agotaran. Este tipo de actividad solo es posible con un sistema altamente eficiente en términos de resistencia y termorregulación. Además, nos demuestra que la “tenacidad” es una habilidad que lleva miles de años ayudándonos a conseguir nuestros objetivos.
  • Una proporción significativa de nuestras fibras musculares están diseñadas para actividades de resistencia, lo cual favorece la actividad física de baja a moderada intensidad durante largos periodos.

 

  1. Nuestro cerebro también está diseñado para el movimiento.
  • La actividad física regular mejora la función cognitiva y la memoria: los estudios de neuroimagen han mostrado que el ejercicio, especialmente el aeróbico, está asociado con un aumento en el tamaño del hipocampo, región cerebral clave para la memoria y el aprendizaje.

Un sorprendente estudio con adultos mayores publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (2011) mostró que el ejercicio aeróbico aumenta el volumen del hipocampo en un 2%, lo que puede contrarrestar la pérdida relacionada con la edad de un 1-2% anual .

  • Diversos estudios estudios longitudinales también confirman que el ejercicio tiene un efecto protector contra el deterioro cognitivo asociado al envejecimiento y el desarrollo de demencia, incluyendo el Alzheimer.
  • La actividad física promueve la “neurogénesis” (creación de nuevas neuronas) y aumenta los niveles de BDNF, una proteína que ayuda a la supervivencia neuronal y la plasticidad sináptica. Esto facilita el aprendizaje, la memoria y la capacidad de adaptación del cerebro. Es decir y en conjunto, aumenta nuestra plasticidad cerebral contribuyendo a un procesamiento cognitivo más eficiente y a una mayor resistencia al estrés mental.
  • Reduce el estrés y mejora el estado de ánimo. Sabido es que el ejercicio reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y estimula la liberación de endorfinas y otros neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, lo que contribuye a una mejor regulación emocional y a la reducción de los síntomas de depresión y ansiedad. Por ejemplo, diversos estudios en pacientes con depresión han demostrado que programas de actividad física moderada pueden ser tan eficaces como los antidepresivos. Parafraseando a Lou Marinoff: “Más caminar y menos Prozac”.

La relación entre el ejercicio físico y la salud mental es, pues, absoluta.

  • Mejora la atención y la función ejecutiva. La actividad física regular está vinculada con mejoras en la atención, el control de los impulsos y la función ejecutiva, habilidades cognitivas necesarias para la planificación, toma de decisiones y resolución de problemas.

Un estudio en Psychological Bulletin (2020) encontró que niños y adultos jóvenes que realizan actividad física regular muestran una mayor capacidad para concentrarse y gestionar múltiples tareas a la vez.

Es decir, el movimiento, definitivamente, nos hace más inteligentes.

 

  1. Hay grandes evidencias de los efectos adversos del sedentarismo en el cuerpo y en el cerebro.
  • El sedentarismo se asocia con efectos adversos en el metabolismo, la salud mental y el sistema cardiovascular. La inactividad prolongada incrementa el riesgo de padecer enfermedades como la obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas y trastornos del estado de ánimo. Lo que demuestra que el cuerpo humano no está optimizado para la inactividad, sino que necesita el movimiento para mantener un funcionamiento óptimo.

 

Concluyendo:

La combinación de nuestras características físicas y las consecuencias del sedentarismo reafirman que hemos evolucionado como especie para el movimiento. La actividad física no es solo un complemento de la salud, sino un componente esencial que mantiene nuestro organismo y mente en equilibrio.

Hay evidencia, evolutiva y biológica, que nos demuestra que el movimiento es parte imprescindible de nuestra naturaleza y bienestar integral.

¿Necesitamos más argumentos para hundir nuestras excusas y agendar el “movimiento” en nuestros hábitos de vida?

Muévete. Cuídate.

Al menos para poder cuidar.

Síguenos en twitter

Archivos