Conversaciones difíciles
Conversaciones difíciles
Artículo escrito por @Manel Reyes, Socio – Director en MRC International People Training.
En cierta ocasión le dejaste dinero a un amigo que estaba pasando una mala racha. Tal vez te lo pidió o tú se lo ofreciste. En cualquier caso, lo hiciste de buen grado y dejando claro que cuando pudiese te lo debía devolver. Fueron pasando los meses y no solo no te lo ha devuelto, sino que nunca te ha hecho ninguna referencia sobre ello. Afortunadamente, no dependes de la cantidad que te debe, pero hubieses agradecido algún comentario tipo “aún no puedo devolvértelo” o algún gesto con alguna devolución parcial de la deuda. En consecuencia, notas que por este hecho vuestra relación se ha ido enfriando y te apetecen menos esos encuentros esporádicos que teníais antes…
¿Te suena haber vivido algo parecido? ¿Qué ocurre para que una conversación se convierta en una conversación difícil?
Una conversación se transforma en difícil cuando sabes que deberías tenerla, pero te cuesta mucho afrontarla. Y esta dificultad radica en que pasa por delante el hecho de no herir a la otra persona, que nuestro derecho legítimo a compartir nuestra opinión al respecto o reclamar lo que es nuestro. En la mayoría de los casos, optamos por el silencio y dejamos que la relación se vaya enfriando.
¿Por qué tendemos a procrastinar? Porque lo que más nos preocupa es ¿cómo se lo digo para que no le sienta mal? El problema es que es una pregunta sin respuesta, porque por muy bien que se lo digamos hay una parte de su reacción que no controlamos. Y al no encontrar una solución, optamos por no decirlo.
Mi propuesta es cambiar la pregunta anterior por la siguiente: ¿cómo se lo digo para que, aunque le siente mal, me lo acabe agradeciendo?
Esta pregunta lo cambia todo porque pone de manifiesto un acto generoso por nuestra parte. A veces tenemos la generosidad mal entendida. Pensamos que lo generoso es no decirlo para no herirle, cuando en realidad lo generoso es decirlo para que lo solucionemos y nuestra relación no se diluya. Además, ponte en el lugar de la otra persona e imagina que no es consciente de que tú estás sufriendo por esta circunstancia, ¿preferirías que te lo dijesen, o que no?
Una vez hemos decidido decirlo, debemos escoger muy bien el momento. Pensando en la otra persona, pero sobre todo en nosotros. Si estás muy enfadado/a no es el mejor momento, porque seguramente pasarás del silencio a la violencia y serás incapaz de seguir escrupulosamente los siguientes pasos.
Para continuar, debemos escoger muy bien el tema del que vamos a hablar. Parece trivial, pero elegirlo bien es crucial. ¿Vamos a hablar de nuestra amistad resentida por este hecho? ¿De mi decepción? ¿De la deuda? ¿De su silencio? ¿De su cara dura? El tema es el eje sobre el va a pivotar toda la conversación. Mezclar diferentes temas significa mezclar conversaciones y genera mucha confusión.
Una vez escogido el tema debemos exponerlo de un modo neutro, sin juicios de valor. No es lo mismo decir: “Quiero hablar contigo de los 500 euros que te presté hace seis meses” que “Me parece inconcebible que durante estos seis meses no me hayas hecho ninguna referencia a los 500 euros que te presté” En la segunda estamos juzgando.
Además de exponer los hechos, añadir porque esta conversación es importante para nosotros. Por ejemplo “Creo que esto está afectando a mi relación contigo”.
Narra lo que no pretendes “No quiero hacerte sentir incómodo” seguido de lo que pretendes “Solo necesito entender qué está pasando y encontrar una solución”
Pon a prueba tu historia. Porque la emoción desagradable que estamos sintiendo no es consecuencia de lo que ha ocurrido, sino de la historia que hemos creado para explicar lo sucedido. Podemos llegar a confundir los hechos con nuestra narrativa sobre ellos. Lo que provoca nuestro malestar no son los hechos, insisto, sino la historia que hemos creado para explicarlos. El modo correcto podría ser: “Espero que entiendas que me es relativamente fácil pensar que no piensas devolvérmelo, pero es posible que tengas otro motivo distinto y me gustaría conocerlo”
Una vez hayamos contrastado ambas historias, e independientemente de si coinciden o no debemos hacer un pacto para solucionarlo: “Quisiera poner un plazo para que me lo devuelvas…”
Es curioso que nos debamos sentir incómodos para reclamar algo que nos pertenece. El caso es que decirlo, tranquiliza nuestra alma. Cuesta, pero alivia.
Aun así, preparémonos para gestionar una posible reacción victimista o culpabilizadora de nuestro interlocutor. Preparémonos para la posible decepción de perder 500 euros y a un amigo. Si llegamos a este caso, ojalá que no, seguro que algo habremos aprendido. Tal vez el precio de saber que aquel amigo, en realidad no lo era.